Serie del Vacío
Vacío
Psicólogos, psiquiatras, monjes, chamanes, espiritistas y ninguna solución.
Asistí a todos con la esperanza de encontrar aquello que había perdido o que
sencillamente me faltaba, en mis primeros intentos encontraron cómica mi
condición: “Un cuerpo sin alma” resultaba inconsentible para toda religión pues
sin ella no habría vida, no habría humano. Lo cierto es que crecí sin ella, la
añoré en todo el camino y hasta llegué a buscar formas de robarme una.
Imposible. Toda alma está conectada a un cuerpo y rechazaría cualquier otro.
Decidí forjarme una, pasé por todas las religiones y todos los credos. En
ninguno me dieron ayuda pues atribuirle un alma a un cuerpo es una gracia
divina, no humana. Solo me quedaba una opción: la divinidad, recorrí selvas,
desiertos y ciudades. Si la divinidad estaba a mi alcance, la tomaría con mis
propias manos y le obligaría a darme un alma. Eso debía pasar hasta la fatídica
tarde donde sentí que si tuviera un alma no sería yo, les había prometido a mis
familiares volver con una, no tenía caso, solté una carcajada en medio de la
nada y emprendí un camino de vuelta a casa. Un cuerpo conducido por el vacío
era particular, era yo.
Ataraxia
Una vez abrió la puerta putrefacta de aquel viejo bar lo recibió un juglar
con una mirada ya antes sentida. Había una mujer también, ella estaba pintada
en la pared negra con tiza blanda de colores fríos, ella tenía caderas anchas, un cabello enrollado, su vestido
parecía ser azotado por un viento eterno y estaba decorado con círculos perfectos evocando un, también eterno, devenir. Sin percatarse a su boca ya había
llegado un mal sentimiento, quería dejar de sentirlo para olvidarse de una vez por
todas del recuerdo añejado de su esposa; lo perseguía a todas partes, lo hacía
desear matarla; pidió una birra en la barra, tomó la birra como arma y en rima
innata asesinó a los hombres del lugar. Quería acabar con el recuerdo, pero
este siempre estuvo en él y nunca lo vio, porque es así de simple que la
ataraxia provoca implosiones en diafragmas, así de simple como su sentimiento
ya anunciado.
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